No podría decir que algo cambió en mi vida cuando conocí a Mati, él cambió mi vida en todos los aspectos imaginables. De repente tuve ganas de empezar a ser más amable con la gente, tuve ganas de saber cómo estaba el que estaba al lado mío, tuve ganas de hacer reír a mi mamá. Cosas que antes nunca hubieran surgido de mí. Él me había infectado con una bacteria misteriosa y yo estaba feliz de tener ese ántrax de felicidad. Él me había contagiado sus ganas de vivir, su amor por la música. De repente ya no tenía mucho miedo de hablar con extraños por la calle. Dejé de agarrarme de mi cartera como si transportara una catarata de monedas de oro.
Y siempre tiene tanta razón, y siempre me tiene enamorada. Él dice que el cielo está en la tierra y es verdad: este es mi cielo, estar con él y escucharlo. Siento que cada vez que chateamos aprendo algo. Maduré más en estos meses que en cientos de días que viví antes de saber que existía. ¿Qué estaba haciendo yo antes con mi vida? ¿En quién me quería convertir, quién quería ser? Ahora sé quien quiero ser y, lo mejor, es que también sé con quien quiero estar. Con mi Mati. Con quien, sin querer, me cambió la cabeza.